El espíritu de la colmena (1973) de Víctor Erice: El deseo de libertad de Ana
septiembre 11, 2020Ana y su hermana Isabel atentas a la llegada del tren en «El espíritu de la colmena» (1973) Imagen por nosoloimagen licencia bajo CC BY-SA 2.0 |
En medio de la censura y represión impuestas por dictaduras o gobiernos, los artistas han encontrado la manera de enfocar sus habilidades y recursos para expresar lo que los demás no osan decir. Este fue el caso del realizador de cine español Víctor Erice.
Con
una licenciatura en Ciencias Políticas de la Universidad de Madrid, Víctor
Erice ingresó en el Instituto de Investigaciones y Experiencias
Cinematográficas, donde, en 1963, obtuvo su diploma en dirección con el
cortometraje Los días perdidos. Diez años más tarde saltó a la fama con
el estreno de su película El espíritu de
la colmena (1973), obra que lo convirtió en uno de los directores más
representativos del cine español de la posguerra y en uno de los más
importantes de la historia cinematográfica española.
Acreedora de varios premios cinematográficos,
entre ellos el del festival San Sebastián, el de Chicago y el de Turín, El espíritu de la colmena es el viaje
iniciático de Ana, una niña de familia de terratenientes que reside en un
pueblo de España en los años 40, donde los habitantes viven atrapados en un
páramo inerte y en el que pocas veces se comunican entre ellos. Para huir de la
tristeza de la vida cotidiana, Ana sale a explorar el mundo a partir de la
fascinación que ejercen sobre ella la muerte y el descubrimiento de un
monstruo imaginario, el de Frankenstein.
Sipnosis
Las actrices Ana Torrent e Isabel Tellería en «El espíritu de la colmena» (1973) Imagen de Susana licencia bajo CC BY-NC-ND 2.0. |
Érase una vez...
Así comienza esta película, una fábula infantil sobre el despertar de la infancia al mundo, ejemplificado por dos niñas (Ana e Isabel) de unos seis y ocho años de edad que hacen frente a la vida a través de la muerte y a la realidad por medio de la fantasía. Pero también trata de muchas otras cosas: mientras las niñas despiertan, los adultos duermen en una vida que no es vida, encerrados en una colmena, atrapados en las penurias de la posguerra franquista. Es de allí de donde surge el título de la película.
El título del filme no es una expresión que
pertenece a Víctor Erice, sino al poeta y dramaturgo Maurice Maeterlinck. Según
el director: “Maeterlinck utiliza la expresión 'El espíritu de la colmena' para
describir ese espíritu todopoderoso, enigmático y paradójico al que las abejas
parecen obedecer, y que la razón de los hombres jamás ha llegado a
comprender". ¿Es en esa colmena donde se encontraban atrapados los
españoles durante la época franquista?
La colmena como metáfora de la dictadura franquista en el cine español
El uso que Víctor Erice da en su película a la palabra “colmena” ha tenido múltiples interpretaciones. Una de ellas hace alusión a la división de la familia y de la sociedad española. Muchos críticos han asegurado que el uso de la colmena como metáfora recurrente en la película ha permitido mostrar cómo la Guerra Civil española (1936-1939) fracturó a la sociedad en dos bandos: los del nacional y los republicanos, cuyo enfrentamiento llevó a la implementación de un régimen que acabó con toda expresión de libertad.
"26-4-1937 bombardeo de guernica guerra civil española" Imagen de Jose Javier Martin Espartosa is licensed under CC BY-NC-SA 2.0 |
De manera sutil, El espíritu de la colmena hace referencia a los años más oscuros de la historia de la España de los años 40 en la que la Guardia Civil aniquilaba sin misericordia a todo opositor de Franco (republicanos, comunistas, socialistas y sindicalistas). Dentro de la película, esta división se encuentra representada en la relación entre los padres de Ana: Fernando, del bando nacional que forma parte de la oligarquía rural, y Teresa, quien mantiene una relación oculta con un supuesto partidario del bando republicano y la matanza de un fugitivo, un posible miembro de los maquis, por parte de la Guardia Civil. Otra alusión a la colmena
se encuentra en el ambiente en el que vive Ana. Observando con detenimiento los
detalles de su hogar, algunas ventanas reproducen los alvéolos de la colmena,
así como el juego de luces de tonalidades amarillentas y oscuras presentes a lo
largo de la película. Es de esa colmena de la que se quiere liberar nuestra
protagonista. Y es esa
ambientación la que me marcó.
Escena final: el deseo de escape a través de la ficción
Una de las escenas más significativas es el desenlace de la película. Es un momento clave que pone de relieve la figura central de Ana, una niña de unos 6 años a la que se le atribuye un papel más relevante que al resto del elenco debido a su deseo constante de libertad, que será plasmado al final. La última escena termina cuando Ana se encuentra sola en su habitación y se levanta para beber un vaso de agua.
La escena transcurre de manera pausada debido a los movimientos lentos de Ana cuando se dirige hacia la ventana. La lentitud de los pasos de Ana hace que el escenario se llene de suspenso, creándose, así, una expectativa en el espectador, que esperará ver algo insólito, sobre todo al final de la película. Esta secuencia de suspenso será todavía más intrigante cuando se escuche, paulatinamente, el registro musical que había servido como preludio al encuentro con el monstruo[1], el que aparece en el filme Frankenstein[2].
El encuentro de Ana con el monstruo de la película Frankenstein (Ver video)
El anhelo de Ana de revivir el encuentro con el monstruo al final de la película Imagen de bswise licencia bajo CC BY-NC-ND 2.0 |
Vemos el placer que causa en el personaje el contacto con ese mundo extraño, ficcional, que sería para ella un espacio de libertad, en contraste con la realidad en la que la sociedad se encuentra encerrada con sus traumas de la posguerra española. Esta liberación también será representada metafóricamente por medio de los sonidos del tren y de los colores del rostro y del vestuario de Ana.
En el color blanco de estos dos últimos elementos
se manifiesta un aspecto neutral, algo que no está aún mancillado.
Particularmente, la luminosidad del rostro de la niña transmite la esperanza de
que habrá un futuro. Ana pone de manifiesto ese deseo de huir de la vida
opaca en la que viven sus padres a través de metáforas auditivas y visuales
como el sonido del tren, el cual aparece como el medio para liberarse de esa
colmena mientras lo escucha y abre gradualmente los ojos. Sabe que algún día se
realizará plenamente esa liberación, por lo que se gira de espaldas mirando
fijamente hacia el interior de la casa, como si un nuevo desafío se estuviese
presentando, una posible alusión a ese espacio familiar dispuesto a reconstruirse.
Esta escena condensa el final del viaje iniciático de Ana, quien luego de haber experimentado ese encuentro con el mundo ficcional, es decir, su encuentro con el monstruo de Frankenstein, ya no será la misma. Su transformación se ha producido a tal punto que puede observarse en la última escena el grado de madurez de la protagonista al acercarse a ese mundo extraño, de aspecto amenazador, y al que ya no teme porque se ha convertido en un refugio para el goce de su libertad. Una libertad restringida en la colmena, aludiendo a la España franquista.
La película, en sí, es una exploración hacia lo misterioso, hacia lo que tememos a través de la experiencia de Ana en su encuentro con ese monstruo, una imagen metafórica del maquis asesinado. Su acercamiento con ese monstruo rompe con ese miedo, nada menos, infundado por la propaganda del régimen franquista que ha contribuido exitosamente a satanizar la imagen de cualquier opositor de Franco. En otras palabras, es un acercamiento hacia una realidad oculta.
Cabe recordar que en el momento en que se estrenó la película de Erice (1973) todavía existía la censura, y no se podía hablar de manera abierta de la situación real de la posguerra.
NOTAS:
EL ESPIRITU DE LA COLMENA (1973): primera parte, segunda parte, tercera parte, cuarta parte y quinta parte
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